Charles Carson : "El fundador del museo de Arte Contemporáneo de Montreal, descrita admirablemente el Carsonismo".

Guy Robert en compagnie du peintre Jean Paul Riopelle à Ste Marguerite en 1989

"El fundador del museo de Arte Contemporáneo de Montreal, descrita admirablemente el Carsonismo".

Informe de análisis sobre la obra de "Charles Carson un descubrimiento... el carsonismo." Por: Guy Robert/1993

Uno de los grandes debates que animan el ámbito de la pintura al vigésimo siglo se extiende indiscutiblemente en la ruidosa pelea entre la abstracción y la figuración. Después de principios nettements marginales, la abstracción vino a casi a acapararse toda la escena de las exposiciones, durante las décadas 1950 y 1960, y eso en buena parte gracias a sus numerosas corrientes, - geométricos, tachistas, gestuales, líricos, informales, ópticos, minimalista y demás.

Luego este extenso movimiento se debilitó de su propio peso, se agotó de su propia tiranía (decía incluso: terrorismo), se paso de moda, - y la figuración finalmente se volvió a poner de su fracaso encontrando una nueva respiración, más potente y más variada que nunca. Con todo, muchos artistas se sentían mal a la comodidad en este debate belligueux, y preferían proseguir sus trabajos sin entorpecerse de tales peleas teóricas, partidarias, de ideologías a menudo teñidas de política. El pintor canadiense Riopelle, por ejemplo, declaraba sin ambaques, hace más de 25 años, que no era un pintor abstracto, sino más bien una clase de paisajista, a su manera que proponía del bosque una visión personal, una versión interiorizada de ahí surgirán por otra parte en torno a 1970 de los buhos y todo un bestiario. Es a todo eso que inmediatamente pensé viendo recientemente por primera vez de las pinturas de Charles Carson, - de los que el planteamiento se distingue claramente de un Riopelle en esto présisément que se elabora en la frontera entre abstracción y figuración, se desliza en los campos de encuentro de estos dos planes evitando sabiamente oponerlos o hacer hermanos enemigos.

Le Cirque de Shanghai

En mi calidad de experto mi impresión inicial, al observar con mucho gusto un conjunto importante de las obras mismas del artista Carson, fue una de frescura, dinamismo, ritmo: frescura y vivacidad de la paleta, dinamismo y variedad de las composiciones, ritmo que anima cada segmento de las obras, un poco como en el mejor jazz, donde el sentido de la improvisación dilata maravillosamente la estructura instintiva de la melodía y lo anima de su sintaxis sincopado, - dónde, si se prefiere, como en las sonatas de Scarlatti y los conciertos de Vivaldi, donde variaciones y gradaciones fundan a la vez la resolución y las sutilezas de la obra.

Inútil de añadir que, en el estado de morosidad generalizada y un tanto mórbida que persiste desde demasiado mucho tiempo, en el ámbito del arte y su mercado como a otra parte, el descubrimiento de tale obra no puede sino despertar estremecimiento y perfumes de una primavera tanto esperada!

Otro aspecto que inmediatamente lo atrajo: el sector estilístico donde trabaja el artista, en la bienaventurada frontera entre la figuración y la abstracción, donde parece bien a la comodidad para dejar por una parte brotar el impulso de su expresión con espontaneidad, o incluso impetuosidad, y por otra parte ofrecer "pistas" variables de lectura de los cuadros conducen principalmente hacia motivos familiares de la inagotable Naturaleza, (pájaros y pescados, flores o frutas, cielo y agua, vegetación y temporadas), sin por ello eliminar la presencia humana, no estarían hasta en sombras y los perfiles como en el notable Circo de Shangai, dónde máscaras enigmáticas tienen compañía a acróbatas sobre bicicleta entre explosiones de dragones y otros remolinos de apariciones.

Es todo el misterio del Oriente que se encuentra mencionado en sus paradojas enluminés, - a menos que se prefiere pedir prestada alguna otra pista, la por ejemplo del consejo que daba antes el digno Leonardo de Vinci a hipotéticos aprendices de brujo del bonito arte de pintar: ¡que se tome pues el dolor de observar atentamente las grietas y piedras maculadas de una vieja pared, y se descubrirán pronto paisajes de sueños, legendarios campos de batalla, caras raras, personajes y cosas de tal variedad que no se decidirá hasta a los límites de la imaginación de cada uno!

Caza y pesca

En resumen, Carson parece pintar con gran espontaneidad, sin idea previa o detenidos, como llevado e inspirado por la simple felicidad de hacer juegos malabares con formas y colores. ¿Es para proteger aún más esta espontaneidad, esta primer impetuosidad que utiliza los pigmentos de acrílico y la espátula, más bien que el método de aceite cuya untuosidad incita el pincel a las languideces de los retoques y demás repentirs?

Cortando de la cuchilla en el vivo de la pasta, Carson lanza sobre la tela blanca la danza rápida y nerviosa de su mano. Bajo la respiración entusiasta de esta lenguaje ilustrada, otra sorpresa nos espera, una clase de juego de la mirada, atraído, intrigada por formas de paso ambos, que se prestan a distintas interpretaciones, según la casualidad de las asociaciones y la imaginación.

Así delante de los cuadros de Carson: surgen por ejemplo el gran penacho y la cabeza observada de un corzo de algunas manchas oscuras extendidas en un fondo marino, donde se eclipsan entonces los pescados que esperan pacientemente la simpatía de nuestra mirada para reaparecer. Ver cuadro al lado, Caza y pesca.

Este vaiven se articula sobre la ambigüedad fértil donde se coloca el artista, en la frontera figuracion y abstracción destacada anteriormente, y que da al cuadro una profundidad particular, bien más fascinante que el más hábil control de los sistemas el más sabios de perpective, - más fascinante cuanto que hace de la pintura un lugar de cita, de exploración que conduce a nuevas asociaciones, descubrimientos, interpretaciones, en parte diferentes para cada uno, y para la misma persona de un día.

Le chant coloré de la bergeronnette flavéole printanière

Por el hecho mismo la obra, en vez de vaciarse de toda savia después de algún tiempo, mantiene su vivacidad y su frescura por este juego que propone buscar nuevas apariciones, ecos diferentes, de inéditos sabores. Y por este juego, la pintura vuelve a ser una fiesta para el ojo, una provocación para el imaginario, un terciopelo para el sueño. Bajo la espátula, los colores deslizaron una sobre otro, pero sin solidificarse definitivamente en el pigmento secado. Hay que se estremece, bajo el dinamismo de la composición, a menudo articulada en dominante de diagonal o remolino. Habría aún mucho que decir, pero debemos decidirnos aquí, sobre una última cuestión, los del estilo de pintura y la forma de escritura ilustrada del artista. Desgraciada, o más bien afortunadamente, ninguna etiqueta - de ismes bien conocidos en el desorden del arte contemporáneo no parece poder allí adherir, y deberé pues renunciarme, por otra parte con gran alivio, a nombrar este estilo: ¡el carsonismo!



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