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El lugar no podía ser mejor. Una atmósfera acogedora, intima. Un ambiente que invita a observar; a meditar cada trazo de las obras que llenan paredes y pasillos, y a sensibilizarse con la variedad de matices, colores, texturas y formas. Al entrar al claustro, una bella obra recibe al visitante: un alimón de Charles Carson y Marco Mejía. Una obra a cuatro manos donde cada artista entregó su arte y su técnica. Los dos, presentan además, el mayor número de obras en la exposición. Carson, con su singular estilo da a conocer sus nuevas creaciones repletas de vivos colores, llenos de nieve (propia de su tierra), conservando ese estilo singular y único. Atardeceres frente al mar, palenqueras, peces de colores, árboles que se deshojan, flores y frutas, son algunos de los elementos que Carson presenta en sus últimas obras.
Mejía presenta su serie de músico: hombres cansados, trasnochadas quizás, con sus instrumentos que parecen resistirse a pronunciar una nota más. Una obra llena de claros y obscuros, bellas luces que acentúan las expresiones de los músicos y los instrumentos. El claustro de Santo Domingo está lleno de arte: bellos desnudos femininos; rostros de Cristo: sufrimiento y tristeza; figuras extrañas que no nos son familiares, pero transmiten las más apacibles sensaciones.
El claustro de Santo Domingo permanecerá abierto al arte, hasta los primeros días del mes del enero. Un claustro, una bella galeriá llena de obras para apreciar, sentir y vivir.
DLR, El Universal Cartagena,Lunes 28 de diciembre de 1998
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